Hospitalet , 1990
Comenzó su carrera en 2014, colaborando en La Burxa, un periódico autogestionado de Barcelona. Desde 2016, ha estado documentando las consecuencias de la actividad petrolera de la Amazonía peruana y cubrió la pandemia en Lima para EFE y AFP. Sus imágenes se han publicado en medios como The New York Times, The Guardian, Clarín o El País, entre otros. Actualmente trabaja en un proyecto sobre identidad en la Península Ibérica.
Hundido entre los cerros del norte de la ciudad de Lima, entre los distritos de Puente Piedra y Ventanilla, se encuentra el asentamiento humano de Valle del Sol. Como en todos los cerros que conforman el margen de la capital peruana, Valle del Sol es lo que se conoce como ‘invasión’, ocho familias provenientes de diferentes provincias de Perú llegaron en 2008 y levantaron sus casas en un terreno que, en la lógica de los cerros limeños, al final le pertenece a quien vive allí. A esos ocho primeros clanes les siguieron otros tantos, y en la actualidad viven 280 familias que han visto en Valle del Sol la posibilidad de levantarse una casa modesta y construir una vida próspera lo más cerca que puedan de la metrópolis en un país tan centralizado como Perú. Pero la vida es dura en un barrio tan joven que apenas cuenta con tendido eléctrico como único servicio. El Estado de Emergencia decretado por el Estado peruano a mediados de marzo ante la pandemia de Covid-19 ha sacado a la luz la precariedad en los cerros. La mayoría de residentes de Valle del Sol, como la mayoría de peruanos, tiene trabajos informales que les proporcionan ingresos diarios y que llevan más de tres meses sin poder ejercer por las restricciones de la cuarentena. El Gobierno prometió bonos de 100$ y ayudas para los más vulnerables, pero en Valle del Sol todas las familias son población vulnerable y ni la mitad ha recibido el bono prometido. Por eso pasados los cien días de cuarentena lo único que mantiene los platos de comida llenos es el trabajo solidario de las mujeres del cerro, ellas son las que sostienen la vida en los momentos difíciles organizando ollas comunes y fortaleciendo las relaciones entre las vecinas para que ninguna familia se quede atrás.
Los problemas que enfrentan estas mujeres pasan por el frío, el hambre, la crianza de los hijos, el abandono de sus parejas y la desatención por parte del Estado. Algunas están esperando que concluya la cuarentena para volver a su provincia, otras han hecho del cerro su hogar y tratan de sacar adelante su vida y la de los suyos.